En la actualidad resulta imposible pensar que si abrimos en grifo en nuestras casas, no bajará agua. Pero si retrocedemos en nuestra historia, este gesto tan cotidiano, es impensable del todo. La cloración del agua fue el primer paso para erradicar enfermedades como el cólera, la disentería, entre otros.

 La cloración es el proceso de añadir cloro en el agua para desinfectar y eliminar los gérmenes que encontramos en ella. Es un tratamiento muy utilizado como tratamiento de aguas por su alta eficacia contra bacterias, algas, hongos y otros patógenos.

Existen diferentes procesos de potabilización en los cuales se usa el cloro en sus diferentes formas: cloro en gas, hipoclorito de sodio y calcio. Existen otros métodos que son utilizados para la potabilización del agua, pero todos ellos, en estado puro son altamente perjudiciales para la salud.

En el caso del cloro, cuando este reacciona con la materia orgánica durante el proceso de potabilización, da lugar a un subproducto toxico conocido como trihalometano. La formación del trihalometano dependerá de la cantidad de cloro añadido, de la cantidad de materia orgánica, de la concentración de bromuro del agua, pH y temperatura.
Los trihalometanos son peligrosos para la salud y el medio ambiente, ya que se asocian a un mayor riesgo de cáncer de vejiga, cáncer colorectal y a problemas respiratorios además de problemas reproductivos.

¿Cómo prevenir la presencia de este nocivo elemento en el agua de consumo?

La mejor forma de prevenirlos es eliminar directamente su presencia del agua cotidiana (consumo, ducha o baño). Para ello, los filtros de carbón activo y los sistemas de osmosis inversa son la mejor opción para disfrutar del agua del grifo sin correr ningún riesgo.

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